6 may 2017

Quitarse la venda

Es curioso cómo el tiempo lo cura todo y nos hace ver las situaciones con la perspectiva adecuada. Siempre he pensado que todo pasa por algo, que no hay mal que por bien no venga y que la vida pone a cada uno en su lugar. Y vaya si es así. 
Cuando estás deseoso de tener algo, muchas veces te ciegas y te fuerzas a estar en relaciones que no te hacen bien. Que una persona te quiera cambiar, nunca será beneficioso para ti. A una persona la tienes que gustar cómo eres; y, conforme te vaya conociendo (sin prisas), se dará cuenta de tus virtudes y tus defectos. Si te quiere bien y bonito, los aceptará y te querrá así.
Si alguien pretende cambiarte y moldearte a su antojo e incluso consigue hacerte dudar de ti misma, no te hace ningún bien. Ahí es cuando hay que decir STOP. Pero lo intentas, y lo vuelves a intentar... porque a cabezota no te gana nadie, y prefieres morir con las botas puestas. Pues bien, la muerte llegó. Y vino el dolor, el sufrimiento, la ansiedad, la angustia, más dolor... el proceso normal que conlleva una ruptura.
Luego empiezas a analizar situaciones, a hablar con gente que quiere tu bien, a contar experiencias... y tú misma te das cuenta de que has soportado cosas que no debías haber hecho. No hay que culparse porque, cuando estás enamorado, te ciegas y minimizas los problemas con tal de arreglarlo. Pero ese 13 de junio empezó algo que no debió de haber empezado nunca... Bueno, sí debió de empezar, porque, gracias a ello, hoy en día soy más fuerte y tengo mis ideas (aún más) más claras.
Por mi profesión, sé que empatizo bastante con las personas con problemas, y él arrastraba un pasado complicado, una infancia de sufrimiento que le había llevado a hacer cosas que yo rechazaba, pero reconozco que esa mezcla de "chico malo y fuerte" me enganchó. Y me dije a mí misma que no iba a juzgarle por ello, así como tampoco por su trabajo.
Esa noche, sin saber cómo, me atrapó en su red. Y centré toda mi ilusión en conseguir que fuera para mí, para sanarlo, para hacer de su vida una realidad más bonita, para darle el amor que tanto le había faltado. Al principio, como todos los comienzos, fue genial, pero conforme los meses pasaron, la relación se convirtió en una montaña rusa: bajábamos hasta el suelo con choques y discusiones muy fuertes para luego subir hasta lo más alto con reconciliaciones y momentazos increíbles. Y por estos últimos seguíamos tirando... hasta que la cuerda se rompió. 
Ahí es cuando se produce la chispa del aprendizaje. ¿El mío? Que estar en pareja es aceptarse y complementarse, no absorberse ni depender del otro para tu bienestar; y que, quien bien te quiere, acepta cómo eres y no intenta cambiarte nunca. Si cambias, hazlo porque tú quieras mejorar, pero NADIE NUNCA te debe forzar a cambiar, porque detrás de eso se esconden unas inseguridades y desconfianzas brutales. 
El suyo espero que algún día lo pueda comprender, que uno no es responsable de la infancia que vive, pero sí de arrastrar traumas que te hacen ser controlador, orgulloso y manipulador. Dejes que te salen por la educación que has recibido y de los que no eres consciente. 
Pero, ¿te cuento un secreto? Siempre se está a tiempo para curarse, si se quiere. Para ello hay que ser capaz de asumir que tienes un problema, que necesitas ayuda y que puedes hablar de ello desde la verdad, sin enterrar el pasado ni matar a personas.
"Hasta que no empieces a creer en ti mismo, no tendrás tu vida propia"

Archivos del blog